FE
Lugar: Buenos Aires, Argentina
Fecha: 2015
No soy religioso, pero por alguna razón extraña siempre que viajo me encanta ir a las catedrales. Es más extraño aun sabiendo que de pequeño no tuve ninguna influencia católica, ya que me crié en una familia protestante (incluso mi Papá es pastor). Pienso que con mucha probabilidad ese arquitecto frustrado que vive en mí es la razón de ese extraño amor.
Hoy visité la Catedral de Buenos Aires. Aún se siente la euforia de los argentinos, por la elección de Bergolio como el Papa Benedicto.
Me senté en la última banca un largo rato, mientras observaba la hermosura arquitectónica de la estructura. Entre mirada y mirada, veía a unos rezando, otros meditando y aquellos que de paso hacían el crucifijo y seguían. Cada detalle era impresionante. Desde las columnas hasta la majestuosa cúpula en el techo, desde el altar hasta los azulejos del piso. Pensaba en esa dedicación que pusieron hombres y mujeres durante largos años para tener este resultado.
No pasaba por alto la inmensa cantidad de recursos que tan hermosa obra debe haber consumido. Trato de no ser muy rudo con la iglesia, entre su aciertos y desaciertos (siendo estos últimos muchos, muchísimos), reconozco que ha sido precursora, en muchas ocasiones, de causas comunitarias y que gracias a ella se conservan muchos patrimonios artísticos.
Se siente bien ver que hay gente que tiene esa capacidad de aferrarse a su fe para creer en un mejor futuro. Dentro de mi agnosticismo, hay espacio para aquellos que usan su fe para ser mejores seres humanos, y para luchar por un mejor Mundo. Sin embargo, hoy no cambió nada, salí con la misma conclusión: que si el tiempo, los recursos y las energías que las religiones han utilizado para construir templos y catedrales, establecer dogmas y ritos, y coleccionar obras de arte los hubiesen utilizado para luchar contra la pobreza y la desigualdad, hoy hubiera menos personas desesperadas orando por un milagro, porque su crisis, social y económica, tal vez no existirían.
Qué bueno que aún hay gente con fe. Qué bueno que yo tengo muy poca, y cada día menos. Qué la religión nunca sea en mí aquello que nuble la razón, que para eso existe el desamor.